LAS HORAS
Busco el alivio de las apariencias para escapar de la melancolía, para que ésta no me siga haciendo trampas en el día a día.
Ya no vale todo para concebir esperanzas, para adentrarse en un futuro que depare algo valioso, para que cuando suspire ocurra algo distinto.
Ya es hora de imaginar que no se harán fáciles las largas esperas, ésas que provocan un cansancio nupcial, como de flores virginales abiertas sobre las sábanas desconchadas que abrazan las novedades baratas y las chabacanas horas bajas marcadas por un reloj que aviva los viejos sueños desde la virtualidad.
Es hora de malvender los viejos apodos, de sacar a colación mi verdadero nombre que, curiosamente, siempre es el reverso de otros nombres. Es hora, también, de captar la palabra dolorida que con el paso de los años se habituó a no mirarse en el espejo y sí a oler los humores agridulces de sudores familiares fermentados como el punzante vino. Que los presagios se fijaran a algunos consuelos, sólo a algunos, que las sombras no me acompañaran siempre, que fumar las horas me dejara respirar, lograrían que no fuera necesario correrme de lugar.
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