lunes, 27 de junio de 2011

Eres una maravillosa necesidad...pese a la ferocidad del tiburón


El triángulo amoroso es una de las formas más comunes del amor imposible. En ocasiones uno atraviesa varias fases de lucha consigo mismo. Al principio uno se engaña pensando que puede desembarazarse de ese amor inoportuno, o quizás imbricarlo en el suave tejido de su vida. Pero no tarde en descubrir que ninguna de esas opciones funciona. Entonces uno echa mano de sus principios morales y se siente avergonzado de sí mismo, de tal modo que no le queda más remedio que buscar una solución. Piensa que debe ser leal a su cónyuge y proteger a sus hijos. Que debe obrar conforme a sus principios y apoyarse en los valores que aprendió en su infancia.
La segunda fase le conduce al sorprendente descubrimiento de que la senda moral no siempre da resultado. La pasión persiste, y por más que uno se esfuerce en sentirse lo suficientemente avergonzado para hallar una solución, su amor aumenta y se adentra más en las tinieblas del deseo. Según lo describían los griegos sin sentimentalismos, la diosa del amor es Afrodita, un espíritu que añade una infinita gracia y placer a la vida, que aporta satisfacción sexual al matrimonio y a las relaciones duraderas, pero que prescinde de las estructuras establecidas y provoca celos y separaciones. 


¿Cuál es el propósito de un amor ilícito e inoportuno? ¿Por qué nos enamoramos de alguien justo cuando la vida comienza a tener sentido y nos ofrece diversas satisfacciones? En algunos casos una nueva pasión indica problemas con el cónyuge. O quizá forme parte del largo y complicado proceso que uno experimenta hasta sentir que ocupa el lugar adecuado junto a la pareja idónea. Por otra parte, a veces uno se percata de que la nueva persona no sería una pareja tan satisfactoria como su cónyuge o amante, pero la pasión sigue intensificándose.


Los grandes poetas antiguos insisten en que el amor es esencialmente misterioso, no sólo difícil de desentrañar, sino que encierra implicaciones inabarcables. 
¿Por qué, nos preguntamos, ha aparecido esa persona en mi vida cuando me siento satisfecho de mi matrimonio, cuando ha nacido mi primer hijo o cuando creo haber logrado controlar mi vida? Por más que uno se pregunte “por qué”, no sirve de nada y sólo demuestra que existe otra voluntad u otros designios implicados en el asunto. La pregunta “por qué” no nos aclara el misterio.
En su extraordinario libro sobre el alma y el amor El mito del análisis, James Hillman escribe que el amor imposible atormenta el alma obligándola a alcanzar un nivel superior de percepción. “Antes de que la conexión sea posible, la psique atraviesa la noche oscura del alma, una mortificación en la que siente el paradójico dolor de un inmenso potencial dentro de sí y una sensación de culpabilidad, aislamiento y separación”. 

Yo he contemplado esta explosiva confrontación de deseo y culpabilidad en numerosas personas que sufrían la confusión de un amor imposible. Oscilan entre un extremo y otro, pasan de una vacilante decisión a otra, de una lealtad a otra. La misma inestabilidad de sus pensamientos y sentimientos indica la presencia de la noche oscura y la incapacidad de asumir la actitud necesaria para solventar el problema.
El triángulo amoroso nos obliga a alejarnos de la fusión, según dice Hillman, para recobrar nuestra individualidad, nos guste o no. Como dice el psiquiatra Robert Stein, el amor siempre conlleva el deseo de aparejarse y desaparejarse. El deseo de fusión genera paradójicamente el deseo, a corto o largo plazo, de desconectarse, y ese deseo de separación resulta desconcertante, tanto más cuando la fusión ha propiciado un hogar y una familia. Por lo demás, todo el mundo se refiere a la capacidad del amor de crear relaciones, pero nadie menciona su capacidad de destruirlas.


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