martes, 9 de julio de 2013

Afectos espasmódicos

Cuando yo era pequeña tenía la costumbre de poner un vaso de agua en mi mesa de luz. Rara vez la bebía, pero SABÍA que si tuviese sed, el agua allí iba a estar. Hay vínculos así: tan cristalinos como esa agua, tan necesarios... y cuya cualidad RECÍPROCA es que ambas personas ESTÁN, ni bien estiremos el brazo para beber. No necesitamos constatarlo: lo sabemos. La presencia recíproca se cultiva a lo largo de años, y se sostiene lealmente.

...Y hay ese otro tipo de vínculo (bastante usual en esta época): uno estira el brazo y hoy el agua está; mañana también; pasado no, la semana que viene tampoco; luego regresa “para siempre”... pero después luego vuelve a no estar. Parejas, amigos, hijos, padres, otros familiares... En mi jerga interna yo les llamo AFECTOS ESPASMÓDICOS. Y para quien tiende a relacionarse desde lo profundo, esa presencia incierta, esa ausencia incomprensible (que deja incertidumbre y a veces hasta una errática culpa: “Qué le habré hecho?”)... DUELE. Sí: tenemos que trabajar ese dolor, como todos los pesares. Es posiblemente uno de los dolores que más repetidamente he visto vivir. Pero hay varios pasos más para dar...

Son preguntas simples: ¿Hemos hablado con quien tiene esa característica, para expresarle de qué manera nos afecta... o simplemente “aguantamos” múltiples ausencias como una regla vincular? ¿Somos nosotros mismos “abandonadores” inconscientes que ejercemos este espasmo sin darnos cuenta? Y algo fundamental: ¿Quiero yo en mi vida este tipo de relación si ése es el planteo que el otro ofrece en sus actos? Mi respuesta personal es NO (y cada un@ necesita dar lugar a la suya). A partir de la propia respuesta uno puede tardar más o tardar menos en retirarse (aunque más no sea internamente), o puede elegir quedarse... En ambos casos habrá trabajo para hacer! Pero todo trabajo genera un mismo fruto: claridades internas, ajenas al autoengaño. ¡Vale la pena!



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