No todas las personas saben cómo tomar esa porción del día, de la semana, del mes.... de la vida. Es suya, pero sienten que si se la apropian están robando algo. Sin embargo, quien no se da a sí mismo ese tiempo propio, anda por la vida con un hueco en su interior: EN FALTA. Lo de adentro reclama y reclama, genera a veces síntomas físicos, tristeza, ansiedad, irritación al estar entre los demás... ¿Qué sucede? Que toda persona sana NECESITA RATOS DE TRANQUILIDAD TOTALMENTE PROPIOS, no-compartidos. Allí, uno se reúne consigo mismo, “digiere” la vida, se reordena, se desintoxica del ruido del día, se serena hasta corporalmente, piensa, advierte lo que siente, escucha a su Inconsciente... Si uno se toma ese tiempo para sí, ENTONCES (sólo entonces) TIENE ALGO DE CALIDAD PARA COMPARTIR CON EL OTRO.
Hay quienes sienten celos de que la otra persona se tome ese tiempo: se sienten robados, abandonados, excluidos. “Se encierra en su habitación en vez de estar conmigo!”, “Sale a caminar sola en lugar de ir juntos!!”, “Se pone a escuchar música / a meditar / a leer / a hacer aeromodelismo........ y me ignora!”. Si podemos SOLTAR AL OTRO para que SE ENCUENTRE CONSIGO en esos tiempos, no sólo le estaremos dando al otro LO QUE ES SUYO, sino que nos estaremos brindando la posibilidad de recibir luego a una persona MÁS ENTERA. Cuán saludable es, a veces, volver del trabajo y tener como hábito que cada un@ se tome tiempo para “desengancharse” de los asuntos abrumadores del día ANTES de compartir algo juntos! Cuánto más grato puede ser LUEGO, ya más limpios de la calle y sus problemas, BRINDARSE RECÍPROCAMENTE... Es un hábito de higiene comunicacional!
El bravío escritor Henry David Thoreau lo decía de un modo algo contundente... y poco simpático (pero me encanta!): expresaba que cuando no nos refrescamos en ese tiempo para sí y vivimos “pegoteados” entre los demás, “nos damos unos a otros un nuevo bocado de ese queso rancio que somos. (...) Pienso que así perdemos algo del respeto mutuo.” Caramba con su claridad!
Dado que observarse en medio de la vida es bastante difícil (con tantos estímulos que nos acosan y nos llegan a perturbar), cuando volvemos dentro nuestro nos posibilitamos autoobservarnos RETROSPETIVAMENTE, y así darnos cuenta de actitudes, conductas, rasgos que en la acción no habíamos llegado a advertir. Éste es un paso esencial para el conocimiento de sí mismo. Y si no me conozco aunque sea un poco, si no me hago cargo de lo que soy y lo que hago, si no me doy tiempo para ver qué rectificar, qué afianzar en mí... ¿qué le estaré dando al otro?
El tiempo para sí hay que tomarlo sin culpa, pues hasta podría decirse que otorgárnoslo es no sólo un derecho, sino UNA RESPONSABILIDAD para con nuestro espíritu: la responsabilidad que el poeta Rumi, hacia el 1200, mencionaba en un breve verso que decía así: “¿Te visitas a ti mismo con regularidad?”. Entonces: no nos abandonemos a nosotros mismos... Démonos la posibilidad de RELACIONARNOS CON QUIENES SOMOS. Pues como decía el viejo Jung: “Nadie puede relacionarse con otro si no se relaciona primero consigo mismo”. (Me permito agregar, queridísimo Jung: “y si no se re-crea otorgándose tiempo para sí”.)
Hay quienes sienten celos de que la otra persona se tome ese tiempo: se sienten robados, abandonados, excluidos. “Se encierra en su habitación en vez de estar conmigo!”, “Sale a caminar sola en lugar de ir juntos!!”, “Se pone a escuchar música / a meditar / a leer / a hacer aeromodelismo........ y me ignora!”. Si podemos SOLTAR AL OTRO para que SE ENCUENTRE CONSIGO en esos tiempos, no sólo le estaremos dando al otro LO QUE ES SUYO, sino que nos estaremos brindando la posibilidad de recibir luego a una persona MÁS ENTERA. Cuán saludable es, a veces, volver del trabajo y tener como hábito que cada un@ se tome tiempo para “desengancharse” de los asuntos abrumadores del día ANTES de compartir algo juntos! Cuánto más grato puede ser LUEGO, ya más limpios de la calle y sus problemas, BRINDARSE RECÍPROCAMENTE... Es un hábito de higiene comunicacional!
El bravío escritor Henry David Thoreau lo decía de un modo algo contundente... y poco simpático (pero me encanta!): expresaba que cuando no nos refrescamos en ese tiempo para sí y vivimos “pegoteados” entre los demás, “nos damos unos a otros un nuevo bocado de ese queso rancio que somos. (...) Pienso que así perdemos algo del respeto mutuo.” Caramba con su claridad!
Dado que observarse en medio de la vida es bastante difícil (con tantos estímulos que nos acosan y nos llegan a perturbar), cuando volvemos dentro nuestro nos posibilitamos autoobservarnos RETROSPETIVAMENTE, y así darnos cuenta de actitudes, conductas, rasgos que en la acción no habíamos llegado a advertir. Éste es un paso esencial para el conocimiento de sí mismo. Y si no me conozco aunque sea un poco, si no me hago cargo de lo que soy y lo que hago, si no me doy tiempo para ver qué rectificar, qué afianzar en mí... ¿qué le estaré dando al otro?
El tiempo para sí hay que tomarlo sin culpa, pues hasta podría decirse que otorgárnoslo es no sólo un derecho, sino UNA RESPONSABILIDAD para con nuestro espíritu: la responsabilidad que el poeta Rumi, hacia el 1200, mencionaba en un breve verso que decía así: “¿Te visitas a ti mismo con regularidad?”. Entonces: no nos abandonemos a nosotros mismos... Démonos la posibilidad de RELACIONARNOS CON QUIENES SOMOS. Pues como decía el viejo Jung: “Nadie puede relacionarse con otro si no se relaciona primero consigo mismo”. (Me permito agregar, queridísimo Jung: “y si no se re-crea otorgándose tiempo para sí”.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario