El Sol en Capricornio refleja su luz en la Luna en Cáncer. Esta Luna llena revela e ilumina aspectos vinculado a este eje arquetípico. Nuestro pasado, nuestra relación con lo heredado, patrones inconscientes, paisajes de la infancia, nuestros vínculos primarios -mamá, papá- nuestro origen, nuestra relación con el clan, nuestro sentimiento de pertenencia y seguridad se despiertan, se visibilizan. Nuestras aguas están movidas. Es tiempo de mirar adentro. Es tiempo de escuchar lo que sentimos. Es tiempo de sentir nuestro cuerpo emocional, sus voces : sus miedos, sus traumas, su guía y sus necesidades.
Es probable que en la semana y días previos a esta Luna eventos y situaciones externas han activado nuestro cuerpo emocional. Nuestro cuerpo sintiente está vivo, responde, dialoga con los estímulos externos. El puente entre lo interno y lo externo revela la salud de nuestra membrana protectora, esos límites sanos que nos cuidan y tejen puentes; o esos límites que revelan nuestras resistencias defensivas que nos separan y aíslan, voces del miedo y la rigidez.
Estamos sensibles. Nos sentimos vulnerables. Nuestro medioambiente personal y global puede parecernos incierto, confuso, y en algunos casos hostil. Tal vez nos sentimos fuera de lugar. Desorientados. Es tiempo de ubicarnos, de encontrar nuestro lugar, dentro nuestro primero. Sin un lugar interno seguro al cual acudir, nutrir, habitar es difícil encontrar nuestro lugar afuera. Afuera en la relación íntima, afuera en la amistad, afuera en la colaboración, afuera en la comunidad, afuera en el círculo, la familia, el trabajo.
Esta Luna nos invita a revisar las bases de nuestra seguridad interna -nuestro camino de vuelta a casa- ese lugar en el que nos regeneramos, en el que conectamos con nuestra verdad. Lugar de escucha. Lugar de cuido. Lugar de amor.
Bajo la Luna en Cáncer se intensifica nuestra intuición y nuestra receptividad a las señales psíquicas y emocionales del entorno. Los ángulos que forma la Luna con varios planetas nos hablan de cautela a la hora de confiar en nuestra receptividad y de tomarnos el tiempo antes de seguir ciegamente nuestra intuición. Nuestras emociones colorean nuestra percepción. Vemos lo que somos y sentimos. Bajo esta Luna nuestra percepción de la realidad puede estar nublada por un filtro emocional condicionado por memorias del pasado que no nos permite discriminar responsablemente las escenas del presente. Puede ser un tiempo en que (re)emergen miedos antiguos que mueven los hilos de nuestra percepción y condicionan nuestra lectura e interpretación de determinados hechos.
Necesitamos tomar decisiones, posicionarnos, responder y elegir desde un lugar que honre nuestros sentimientos más íntimos y profundos. Puede ser un tiempo en que nos sintamos invitados o presionados a ocupar un lugar externo, a actuar, a participar y , a la vez, una señal interna nos hace recogernos, dudar, necesitar tiempo para sentir, para que el movimiento de nuestras aguas revele lo que han de revelar antes de implicarnos. Esta Luna nos invita a abrazar un proceso de responsabilidad personal en el que antes de comprometernos a alguna estructura o proyecto nos tomemos el tiempo para sentir si este es el camino al que nuestra alma aspira, necesita.
Nuestro paisaje emocional está vivo. Tiene historia. En esta Luna llena resurgen memorias que nos devuelven a un sentimiento de inseguridad, de vulnerabilidad. Memorias que nos invitan al auto cuido y la ternura. Memorias que nos hablan de limpiar la casa de creencias limitantes vinculadas a nuestros vínculos primarios y a nuestra biografía de sobrevivencia. Estos códigos de sobrevivencia nos hablan de los ajustes que aprendimos a hacer desde muy temprano para garantizarnos nuestra seguridad básica. Aprendimos a depender de las reacciones de nuestros progenitores como termómetro de nuestra conducta. Nos adaptamos a sus respuestas para garantizarnos amor, cobijo, pertenencia. Para muchos esta adaptación ha significado un costo muy alto en la medida que ha generado máscaras y filtros que ocultan nuestra verdadera esencia y autenticidad.
Bajo esta Luna llena en Cáncer alguna de estas estrategias y respuestas de adaptación pide ser liberadas. Este proceso implica asumir con valor y coraje una separación de aquello que limita de nuestra verdad. Aquello que paradójicamente hemos asociado con seguridad, amor y pertenencia. Este proceso puede ser desgarrador y doloroso ya que hemos de desobedecer aquello que hemos internalizado como seguro y protector. Aquello que ahora revela ser lo que inhibe la vitalidad y la fuerza que necesitamos para expresarnos con libertad y autonomía.
Es tiempo de escuchar qué se mueve en el interior. Es tiempo de observar qué situaciones externas detonan nuestro sentimiento de fragilidad, nuestro miedo o nuestra herida. ¿qué mueve nuestras aguas? ¿qué detona nuestra inseguridad? ¿qué nos devuelve a la cueva y al recogimiento? ¿es por miedo? ¿es por cautela? ¿necesitamos recapacitar? ¿necesitamos reevaluar?
La Luna nueva en Cáncer hace una Gran Cruz con Pluto en Capricornio, Urano en Aries y Júpiter en Libra. Son las voces de la Cruz Cardinal. Estamos de vuelta al guión que nos ha acompañado desde el 2008 con la entrada de Pluto en Capricornio. Guión que nos devuelve a las lecciones vividas con las siete cuadraturas cardinales entre Urano en Aries y Pluto en Capricornio que experimentamos entre el 2012 y el 2015.
Una nueva visita a este paisaje, una nueva vuelta en esta rueda de cambio, nos devuelve a un sentimiento incómodo, un malestar o tensión conocida. En la medida que volvemos a sentir la energía de esta configuración astrológica la Luna nos invita a repasar lecciones. Configuración que revela los complejos matices de nuestra relación con la autoridad y el poder. Configuración que nos habla de jerarquía. La jerarquía como el andamio que garantiza el poder, el dominio, el control. Jerarquía que nos colocan en roles específicos : jefes, rebeldes, sumisos, obedientes, marginales, premiados, castigados, expulsados.
La estructura de la jerarquía es la voz del patriarcado. Los de arriba mandan, los de abajo obedecen. Los de abajo quieren estar arriba. Los de arriba no quieren soltar el poder. Este tipo de poder se ejerce por la fuerza o por la seducción. Este tipo de poder premia a los buenos, castiga a los malos, a su conveniencia. Genera comparación, competitividad, deslealtad y fomenta ambientes tóxicos y violentos. Es un juego letal que cambia según los intereses de los que mandan y dominan.
Este es un sistema antiguo que controla nuestra historia, controla nuestro presente. La obediencia ciega nos infantiliza. La rebeldía reactiva también. Dentro de este juego hay pocas opciones creativas para honrar el camino de nuestra autenticidad, el deseo del alma y sobre todo la expresión de nuestro poder personal. De nuestro poder de crear la vida que soñamos y merecemos.
La individuación y la libertad convocan a la valentía. Hace falta mucha voluntad y coraje para salirse del guión de la manada, para sostener una voz que exprese la verdad del ser. Hay una parte de nosotros que clama por la libertad. La misma que teme las represalias. Que teme el exilio, la exclusión, la expulsión, la humillación. Somos marginales y resistimos. Somos solitarios y nos aislamos. Esta es una máquina que se revela poderosa, que se revela enfermiza. La vemos, es evidente. ¿cómo salir? ¿cómo transformarla?
Los sistemas autoritarios se dan en varios planos. El político es el más evidente. El institucional también. Sin embargo, desde el punto de vista astrológico estas dinámicas jerárquicas permean espacios más sutiles. Está dinámica la tenemos internalizada en nuestro paisaje interno, en nuestras relaciones íntimas y en nuestros círculos. Es así porque tiene que ver con el poder. Tiene que ver con nuestra relación primaria con el poder y la libertad. Lo aprendimos en casa. Lo aprendimos en la escuela. Lo tenemos dentro.
La jerarquía se nutre de la idea del arquetipo del padre y la madre guardianes de nuestros intereses. Un buen padre-madre acompaña y nutre el proceso de crecimiento y deja volar libres a sus hijos. Propicia la independencia y la autonomía. Se abre a la diferencia. Padres y madres dominantes, controladores, represores, manipuladores, engañosos : estos son los espejos que tenemos. Esto es lo que hemos heredado. Este es el sistema. Aunque nuestra madre o padre de sangre no refleje directamente esta narrativa, es parte de lo que somos, nos condiciona.
Todos tenemos la necesidad básica y primaria de pertenencia, amor, seguridad y cobijo. Es un núcleo de sobrevivencia. Necesitamos pertenecer. Esta Luna llena nos invita a mirar dentro nuestro qué dinámicas detonan una respuesta de sobrevivencia básica. ¿qué miedo a dejar de ser parte se activa cuando actuamos libremente? Cuando damos un paso hacia nuestra autonomía, cuando expresamos nuestra verdad, cuando nos mostramos como somos, ¿cuál es la respuesta de nuestro entorno? ¿nos apoya? ¿nos juzga? ¿nos excluye? ¿qué respuestas activa nuestra herida de expulsión, de exilio? ¿qué relaciones nos infantilizan, nos hacen sentir regañados, que “lo hemos hecho mal”? ¿en qué espacios preferimos callar por miedo al ridículo, al regaño, a la represalia? ¿podemos reconocer los lugares o personas en los cuales somos juzgados por nuestra diferencia, por no ser como se espera que seamos? ¿podemos reconocer los momentos en que se activa nuestra miedo primario a ser excluidos, abandonados, exiliados? ¿podemos conectar con el trauma y el miedo que hay detrás?
Esta Luna llena en Cáncer nos invita a dejar de apoyarnos en autoridades externas para definir nuestra realidad. Nos convoca a la valentía de confiar en nosotros mismos. Esta es la base imprescindible para ser y actuar en el mundo. Sin esta seguridad interna, sin esta conexión interna, estamos a merced de las demandas ajenas.
Los aspectos planetarios que influencian esta Luna nos desafían a encontrar una vía de diálogo interno que nos lleve a encontrar la paz y el remanso necesario para ubicarnos. Nos invita a conectar con nuestras necesidades más esenciales y cuidarnos de no traicionarnos a través de la complacencia y la obediencia, por costumbre o por miedo. Traición en la que ponemos la paz fuera de nosotros cumpliendo con un rol determinado en vez de honrar lo que realmente necesitamos. Esta Luna nos invita a desobedecer esa parte de nosotros que condicionada asume este rol y sacrifica su propio bienestar. No es un proceso fácil y es importante que activemos la lealtad incondicional a nuestro ser. Esta es la base segura sobre la cual podemos sostener las implicaciones de no responder a lo que se espera de nosotros.
Esta vuelta a casa, este conectar con nuestra base y esencia, requiere saber retirarnos cuando es necesario. Como el cangrejo, nos recogemos, hacemos nuestra tarea interna, gestionamos nuestras emociones, hacemos los duelos y despedidas necesarios y reciclamos la energía. Bajo esta Luna es probable que alguna herida de la infancia, de nuestro paisaje de crianza, emerja para que -adultos conscientes- abracemos compasivamente nuestras emociones. Si no lo hacemos estaremos inclinados a proyectar hacia fuera eso que no reconocemos como nuestro. Lo que no honramos y no nos damos buscará una vía de expresión en nuestros vínculos próximos, en nuestros círculos ya sean laborales, creativos o familiares .
Bajo esta Luna llena hay un llamado a la cautela ya que es un territorio fértil para las proyecciones. Reclamos y acusaciones, juicios, críticas, sentimientos de maltrato, de rechazo y abandono, nos hacen de espejo para que emprendamos un camino de diálogo interno. Cuando nos dejamos atrapar por estos dramas emocionales invertimos energía vital en un proceso estéril. No hay salida. No hay resolución. Esta Luna nos invita a sanar nuestro presente de las proyecciones de nuestras escenas infantiles no resueltas. Para esto es probable que tengamos que desobedecer dictados y autoridades internalizadas, condicionamientos que nos separan de nuestro verdadero potencial. Esta desobediencia interna requiere el valor de la sinceridad y el compromiso de hacernos cargo de nuestro proceso de paz interna.
Este proceso de paz interna requiere que traspasemos reclamos territoriales, luchas de poder y proyecciones competitivas de cara a cuidar y preservar la profundidad en nuestros vínculos y relaciones. Vínculos y relaciones que son la continuidad de nuestro vínculo con nosotros mismos. El amor empieza en casa.
Fuente: Paloma Todd
Es probable que en la semana y días previos a esta Luna eventos y situaciones externas han activado nuestro cuerpo emocional. Nuestro cuerpo sintiente está vivo, responde, dialoga con los estímulos externos. El puente entre lo interno y lo externo revela la salud de nuestra membrana protectora, esos límites sanos que nos cuidan y tejen puentes; o esos límites que revelan nuestras resistencias defensivas que nos separan y aíslan, voces del miedo y la rigidez.
Estamos sensibles. Nos sentimos vulnerables. Nuestro medioambiente personal y global puede parecernos incierto, confuso, y en algunos casos hostil. Tal vez nos sentimos fuera de lugar. Desorientados. Es tiempo de ubicarnos, de encontrar nuestro lugar, dentro nuestro primero. Sin un lugar interno seguro al cual acudir, nutrir, habitar es difícil encontrar nuestro lugar afuera. Afuera en la relación íntima, afuera en la amistad, afuera en la colaboración, afuera en la comunidad, afuera en el círculo, la familia, el trabajo.
Esta Luna nos invita a revisar las bases de nuestra seguridad interna -nuestro camino de vuelta a casa- ese lugar en el que nos regeneramos, en el que conectamos con nuestra verdad. Lugar de escucha. Lugar de cuido. Lugar de amor.
Bajo la Luna en Cáncer se intensifica nuestra intuición y nuestra receptividad a las señales psíquicas y emocionales del entorno. Los ángulos que forma la Luna con varios planetas nos hablan de cautela a la hora de confiar en nuestra receptividad y de tomarnos el tiempo antes de seguir ciegamente nuestra intuición. Nuestras emociones colorean nuestra percepción. Vemos lo que somos y sentimos. Bajo esta Luna nuestra percepción de la realidad puede estar nublada por un filtro emocional condicionado por memorias del pasado que no nos permite discriminar responsablemente las escenas del presente. Puede ser un tiempo en que (re)emergen miedos antiguos que mueven los hilos de nuestra percepción y condicionan nuestra lectura e interpretación de determinados hechos.
Necesitamos tomar decisiones, posicionarnos, responder y elegir desde un lugar que honre nuestros sentimientos más íntimos y profundos. Puede ser un tiempo en que nos sintamos invitados o presionados a ocupar un lugar externo, a actuar, a participar y , a la vez, una señal interna nos hace recogernos, dudar, necesitar tiempo para sentir, para que el movimiento de nuestras aguas revele lo que han de revelar antes de implicarnos. Esta Luna nos invita a abrazar un proceso de responsabilidad personal en el que antes de comprometernos a alguna estructura o proyecto nos tomemos el tiempo para sentir si este es el camino al que nuestra alma aspira, necesita.
Nuestro paisaje emocional está vivo. Tiene historia. En esta Luna llena resurgen memorias que nos devuelven a un sentimiento de inseguridad, de vulnerabilidad. Memorias que nos invitan al auto cuido y la ternura. Memorias que nos hablan de limpiar la casa de creencias limitantes vinculadas a nuestros vínculos primarios y a nuestra biografía de sobrevivencia. Estos códigos de sobrevivencia nos hablan de los ajustes que aprendimos a hacer desde muy temprano para garantizarnos nuestra seguridad básica. Aprendimos a depender de las reacciones de nuestros progenitores como termómetro de nuestra conducta. Nos adaptamos a sus respuestas para garantizarnos amor, cobijo, pertenencia. Para muchos esta adaptación ha significado un costo muy alto en la medida que ha generado máscaras y filtros que ocultan nuestra verdadera esencia y autenticidad.
Bajo esta Luna llena en Cáncer alguna de estas estrategias y respuestas de adaptación pide ser liberadas. Este proceso implica asumir con valor y coraje una separación de aquello que limita de nuestra verdad. Aquello que paradójicamente hemos asociado con seguridad, amor y pertenencia. Este proceso puede ser desgarrador y doloroso ya que hemos de desobedecer aquello que hemos internalizado como seguro y protector. Aquello que ahora revela ser lo que inhibe la vitalidad y la fuerza que necesitamos para expresarnos con libertad y autonomía.
Es tiempo de escuchar qué se mueve en el interior. Es tiempo de observar qué situaciones externas detonan nuestro sentimiento de fragilidad, nuestro miedo o nuestra herida. ¿qué mueve nuestras aguas? ¿qué detona nuestra inseguridad? ¿qué nos devuelve a la cueva y al recogimiento? ¿es por miedo? ¿es por cautela? ¿necesitamos recapacitar? ¿necesitamos reevaluar?
La Luna nueva en Cáncer hace una Gran Cruz con Pluto en Capricornio, Urano en Aries y Júpiter en Libra. Son las voces de la Cruz Cardinal. Estamos de vuelta al guión que nos ha acompañado desde el 2008 con la entrada de Pluto en Capricornio. Guión que nos devuelve a las lecciones vividas con las siete cuadraturas cardinales entre Urano en Aries y Pluto en Capricornio que experimentamos entre el 2012 y el 2015.
Una nueva visita a este paisaje, una nueva vuelta en esta rueda de cambio, nos devuelve a un sentimiento incómodo, un malestar o tensión conocida. En la medida que volvemos a sentir la energía de esta configuración astrológica la Luna nos invita a repasar lecciones. Configuración que revela los complejos matices de nuestra relación con la autoridad y el poder. Configuración que nos habla de jerarquía. La jerarquía como el andamio que garantiza el poder, el dominio, el control. Jerarquía que nos colocan en roles específicos : jefes, rebeldes, sumisos, obedientes, marginales, premiados, castigados, expulsados.
La estructura de la jerarquía es la voz del patriarcado. Los de arriba mandan, los de abajo obedecen. Los de abajo quieren estar arriba. Los de arriba no quieren soltar el poder. Este tipo de poder se ejerce por la fuerza o por la seducción. Este tipo de poder premia a los buenos, castiga a los malos, a su conveniencia. Genera comparación, competitividad, deslealtad y fomenta ambientes tóxicos y violentos. Es un juego letal que cambia según los intereses de los que mandan y dominan.
Este es un sistema antiguo que controla nuestra historia, controla nuestro presente. La obediencia ciega nos infantiliza. La rebeldía reactiva también. Dentro de este juego hay pocas opciones creativas para honrar el camino de nuestra autenticidad, el deseo del alma y sobre todo la expresión de nuestro poder personal. De nuestro poder de crear la vida que soñamos y merecemos.
La individuación y la libertad convocan a la valentía. Hace falta mucha voluntad y coraje para salirse del guión de la manada, para sostener una voz que exprese la verdad del ser. Hay una parte de nosotros que clama por la libertad. La misma que teme las represalias. Que teme el exilio, la exclusión, la expulsión, la humillación. Somos marginales y resistimos. Somos solitarios y nos aislamos. Esta es una máquina que se revela poderosa, que se revela enfermiza. La vemos, es evidente. ¿cómo salir? ¿cómo transformarla?
Los sistemas autoritarios se dan en varios planos. El político es el más evidente. El institucional también. Sin embargo, desde el punto de vista astrológico estas dinámicas jerárquicas permean espacios más sutiles. Está dinámica la tenemos internalizada en nuestro paisaje interno, en nuestras relaciones íntimas y en nuestros círculos. Es así porque tiene que ver con el poder. Tiene que ver con nuestra relación primaria con el poder y la libertad. Lo aprendimos en casa. Lo aprendimos en la escuela. Lo tenemos dentro.
La jerarquía se nutre de la idea del arquetipo del padre y la madre guardianes de nuestros intereses. Un buen padre-madre acompaña y nutre el proceso de crecimiento y deja volar libres a sus hijos. Propicia la independencia y la autonomía. Se abre a la diferencia. Padres y madres dominantes, controladores, represores, manipuladores, engañosos : estos son los espejos que tenemos. Esto es lo que hemos heredado. Este es el sistema. Aunque nuestra madre o padre de sangre no refleje directamente esta narrativa, es parte de lo que somos, nos condiciona.
Todos tenemos la necesidad básica y primaria de pertenencia, amor, seguridad y cobijo. Es un núcleo de sobrevivencia. Necesitamos pertenecer. Esta Luna llena nos invita a mirar dentro nuestro qué dinámicas detonan una respuesta de sobrevivencia básica. ¿qué miedo a dejar de ser parte se activa cuando actuamos libremente? Cuando damos un paso hacia nuestra autonomía, cuando expresamos nuestra verdad, cuando nos mostramos como somos, ¿cuál es la respuesta de nuestro entorno? ¿nos apoya? ¿nos juzga? ¿nos excluye? ¿qué respuestas activa nuestra herida de expulsión, de exilio? ¿qué relaciones nos infantilizan, nos hacen sentir regañados, que “lo hemos hecho mal”? ¿en qué espacios preferimos callar por miedo al ridículo, al regaño, a la represalia? ¿podemos reconocer los lugares o personas en los cuales somos juzgados por nuestra diferencia, por no ser como se espera que seamos? ¿podemos reconocer los momentos en que se activa nuestra miedo primario a ser excluidos, abandonados, exiliados? ¿podemos conectar con el trauma y el miedo que hay detrás?
Esta Luna llena en Cáncer nos invita a dejar de apoyarnos en autoridades externas para definir nuestra realidad. Nos convoca a la valentía de confiar en nosotros mismos. Esta es la base imprescindible para ser y actuar en el mundo. Sin esta seguridad interna, sin esta conexión interna, estamos a merced de las demandas ajenas.
Los aspectos planetarios que influencian esta Luna nos desafían a encontrar una vía de diálogo interno que nos lleve a encontrar la paz y el remanso necesario para ubicarnos. Nos invita a conectar con nuestras necesidades más esenciales y cuidarnos de no traicionarnos a través de la complacencia y la obediencia, por costumbre o por miedo. Traición en la que ponemos la paz fuera de nosotros cumpliendo con un rol determinado en vez de honrar lo que realmente necesitamos. Esta Luna nos invita a desobedecer esa parte de nosotros que condicionada asume este rol y sacrifica su propio bienestar. No es un proceso fácil y es importante que activemos la lealtad incondicional a nuestro ser. Esta es la base segura sobre la cual podemos sostener las implicaciones de no responder a lo que se espera de nosotros.
Esta vuelta a casa, este conectar con nuestra base y esencia, requiere saber retirarnos cuando es necesario. Como el cangrejo, nos recogemos, hacemos nuestra tarea interna, gestionamos nuestras emociones, hacemos los duelos y despedidas necesarios y reciclamos la energía. Bajo esta Luna es probable que alguna herida de la infancia, de nuestro paisaje de crianza, emerja para que -adultos conscientes- abracemos compasivamente nuestras emociones. Si no lo hacemos estaremos inclinados a proyectar hacia fuera eso que no reconocemos como nuestro. Lo que no honramos y no nos damos buscará una vía de expresión en nuestros vínculos próximos, en nuestros círculos ya sean laborales, creativos o familiares .
Bajo esta Luna llena hay un llamado a la cautela ya que es un territorio fértil para las proyecciones. Reclamos y acusaciones, juicios, críticas, sentimientos de maltrato, de rechazo y abandono, nos hacen de espejo para que emprendamos un camino de diálogo interno. Cuando nos dejamos atrapar por estos dramas emocionales invertimos energía vital en un proceso estéril. No hay salida. No hay resolución. Esta Luna nos invita a sanar nuestro presente de las proyecciones de nuestras escenas infantiles no resueltas. Para esto es probable que tengamos que desobedecer dictados y autoridades internalizadas, condicionamientos que nos separan de nuestro verdadero potencial. Esta desobediencia interna requiere el valor de la sinceridad y el compromiso de hacernos cargo de nuestro proceso de paz interna.
Este proceso de paz interna requiere que traspasemos reclamos territoriales, luchas de poder y proyecciones competitivas de cara a cuidar y preservar la profundidad en nuestros vínculos y relaciones. Vínculos y relaciones que son la continuidad de nuestro vínculo con nosotros mismos. El amor empieza en casa.
Fuente: Paloma Todd
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