Desde el corazón de mi memoria agradecida dedico este artículo a cada amigo amiga, amor, colaboración creativa compartida a lo largo de mi vida. Cada uno sabe quién es en este tejido. Gracias a los bellos proyectos que han visto la luz, a los sueños materializados, al gozo compartido. Nuestras colaboraciones son un tesoro imperecedero. El tiempo vuelve y traer el brillo de lo vivido, espejo del amor y la integridad de un camino hecho corazón. Cada célula-sol de mi cuerpo dice, sí quiero y gracias!
¿ qué nos cuenta nuestra niña o nuestro niño hoy? tomémonos el tiempo de ir hacia adentro, de hacer contacto y preguntarle ¿cómo estás? ¿qué necesitas? ¿qué puedo hacer por ti?
Este niño, esta niña, tiene tres, cuatro, cinco años : le damos la palabra, abrimos un espacio de acogida y escucha para que se exprese libremente, para que nos deje saber lo que quiere, lo que le apetece, sin restricciones, sin prohibiciones, sin miedo al juicio, ni al castigo.
Pequeños soles creciendo. Eso fuimos. Eso es la infancia. El proyecto de ser y de crecer. “Déjame ser”, diríamos cuando llorábamos desconsolados . Déjame ser, cuando el fuego de la irritación nos abrazaba y lo expresábamos libres. Déjame ser, cuando nos ensuciábamos despreocupados. Déjame ser, cuando errábamos, rompíamos algo. Déjame ser, para crecer.
Esta autorización a ser es nuestra llama, nuestro fuego. Ese pequeño sol en nuestro corazón, autorizado a brillar, a crecer y expresarse. Ese Sol adulto que somos. Ese Fuego que somos y cuidamos.
Sin embargo, pocos hemos tenido la oportunidad de crecer en un ecosistema familiar que autorizara nuestra expresión libre y auténtica. Muchos, en la memoria de esta escena del pasado, nos escucharíamos decir, “seré lo que sea necesario ser para sobrevivir. Seré lo que haga falta ser para que me aceptes, me ames y me protejas. Seré lo que tú quieras que sea para pertenecer. Me adaptaré, me amoldaré, seguiré tus leyes y seré lo que tú hagas de mi.”
Quién nos preguntó, “¿y tú que quieres, y a ti qué te apetece?”
Para mucho el trabajo con la infancia profunda implica atravesar la espesura del trauma. Trauma no como la voz de “algo que nos pasó”, de un drama o una tragedia. Trauma como la expresión de aquello que más necesitábamos y no tuvimos. Trauma como el proceso mediante el cual elegimos adaptarnos para sobrevivir y haciéndolo aceptamos que lentamente nuestro fuego menguara. Trauma como la voz del dolor de no poder Ser y expresarnos.
El trauma como la voz de un fuego que se hizo pequeño para sobrevivir. O de un fuego que se apagó porque brillar y emanar calor era peligroso. Y también trauma como la voz de la violencia, de la guerra, que se abrió dentro de nosotros. La voz del no ser y su armadura encubriendo nuestro sol.
Los traumas han eclipsado nuestra luz original y vivimos a medias luces, con ecos de resonancias de lo que nos mueve, de lo que nos apasiona. Ecos de confianza. Ecos de gozo. Y se eclipsan detrás de los miedos, inseguridades, desconfianzas, angustias y tristezas que emergen cíclicamente. Nuestro desasosiego cíclico es la voz de una niña, un niño, que reclama su derecho y su espacio para expresarse. Es un llamado profundo que pide autenticidad, honestidad, confianza.
Y por no hacer este viaje interior y traspasar la espesura de la oscuridad que eclipsa nuestro Sol, buscamos afuera fuentes de energía, soles y fuegos que nos calienten, que derritan nuestro frio interno, que nos ayuden a sentir y recordar.
Y entramos en batallas, guerras sin sentido, impregnadas de una necesidad primaria por ser vistos, reconocidos, valorados, escuchados. Amados.
También nos encontramos con el frío de otros, con sus miedos, durezas y severidades y nos ofendemos, nos sentimos heridos porque no nos calientan, porque nos devuelven a esos paisajes tan confusos y primarios de nuestra infancia en los que para sobrevivir tuvimos que luchar, desaparecer o disfrazarnos.
Entonces seguimos luchando y libramos nuestras batallas externas para validar nuestro punto, para defender nuestra historia y afirmar nuestra existencia. Reaccionamos. O desaparecemos. Amputamos relaciones, procesos y proyectos con tal de no sentir el dolor que nos causa el espejo del otro. Su dolor nos devuelve al nuestro y es insoportable. Nos vamos. Huimos.
O nos disfrazamos. Sacamos nuestras máscaras y armaduras, trucos de sobrevivencia aprendidos para tapar nuestras inseguridades y nuestra incapacidad de sostener nuestra vulnerabilidad honestamente.
Entonces en la danza de nuestros amores y desamores, encuentros y desencuentros, entre parejas, amigos, colegas y colaboradores, danzan nuestras infancias maltrechas. Nuestros lugares comunes silenciados e invisibles.
Y profundo detrás de las heridas y carencias de nuestros niños y niñas buscando ser reconocidos y amados, está la danza de nuestros Soles. Está nuestra arquitectura original, nuestra unidad compartida, nuestro Fuego común. Este lugar, hogar, cálido y compartido- que nos une en respeto radical hacia nosotros mismos, nuestro camino, hacia los otros y su camino- es la casa del Sol. Un lugar en el que somos y crecemos juntos sin necesidad de ser de otra manera para ser aceptados y valorados. Esta es la casa del corazón. La Casa del Amor. Es un lugar interno reconquistado que en resonancia compasiva se reconoce en casa con otro.
Y en algún punto de camino adulto nos damos cuenta que no sabemos crecer porque no sabemos ser auténticos. Nadie nos acompañó, nadie celebró la vulnerabilidad de nuestra autenticidad. Entonces sentimos el llamado de ir fuego adentro, con la llama de nuestra voluntad y deseo, y traspasar la noche oscura que eclipsa nuestro sol central. Cuanto más adentro vayamos, alumbrando las raíces ocultas del dolor, más nos acercaremos al corazón, núcleo pálpito de nuestro ser. Es un camino corazón adentro. Es un camino que requiere coraje. Es un camino de leones.
La Luna nueva en Leo nos habla de un tiempo para sembrar poderosas intenciones vinculadas a nuestra Expresión Personal y al cálido valor de abrirnos y hacernos visibles. Esta Luna nueva abre una puerta en el Tiempo Cósmico e impacta nuestro paisaje interior y nuestra capacidad de encauzar nuestra energía expresiva y nuestra luz de manera única y creativa. Para muchos este es un tiempo largamente esperado. Es un permiso a salir. Una puerta anhelada para la cual no teníamos la llave. Es un renacer afirmativo. Un sí a la confianza, al merecimiento y al gozo como expresión de nuestra integridad.
Para llegar hasta aquí hemos pasado un largo periodo de densidad. El paisaje astrológico sigue ofreciéndonos narrativas pesadas y, a la vez, una brecha, un camino, un puente, una puerta se está abriendo hacia mundos y posibilidades que hasta ahora parecían inalcanzables. La energía se está moviendo. El territorio está cambiando.
Para estar aquí ahora hemos atravesado un valle de purificación emocional. El pasado se ha presentado con sus improntas olvidadas, memorias y recuerdos que piden luz y liberación. Cargas antiguas han perdido su poder. La realidad nos ha mostrado su rostro y ha desmontado andamios idealistas, fantasías y expectativas efímeras. Nos ha dolido y estamos más livianos. El desprendimiento de estas memorias y realizaciones ha hecho accesible una puerta que hasta ahora estaba oculta en nuestro interior. Ha visibilizado un espacio profundo adentro nuestro que quiere abrirse y acercarse al mundo. Esta purificación ha abierto un cauce para que el río de oro y luz que corre debajo de las capas del dolor endurecido, fluya libre. Lo acogemos. Lo honramos. Lo celebramos.
Tenemos dos lunas nuevas seguidas en el signo de Leo. La Luna nueva de este domingo 23 se da en el primer grado de Leo, y la Luna nueva del 21 de agosto será en el último grado de este signo. Entre medio tendremos la Luna llena y eclipse lunar parcial en Acuario el 7 de agosto. El 21 de agosto tendremos un eclipse solar total en el signo de Leo.
En esta lunación Marte (acción y voluntad) está en conjunción con el Sol y la Luna, y los tres hacen una cuadratura con Urano (liberación) en Aries y un trino con Chirón (sanación) en Piscis. Mercurio (palabra) también está en Leo y hace una conjunción con el Nodo Norte de la Luna (dharma).
Los eclipses son portales evolutivos por los cuales, según la astrología védica, entra y sale el Gran Dragón del Cielo. Sumado a esta narrativa, el eclipse solar del 21 de agosto- uno de los más potentes en décadas- nos trae una mitología vinculada al poder del León y su relación ancestral con los seres humanos. Entre Leones y dragones podemos deducir que este es un momento importante de Conciencia Evolutiva Solar.
También implica que la energía es volátil. Hay mucho fuego y poder. Hay un deseo de actuar, de cambio y movilización. También es una energía que nos convoca a la libertad. Este llamado a la libertad puede tomar un cauce creativo y ofrecernos soluciones innovadoras a problemas antiguos. La parte constructiva de este tránsito nos habla de una verdadera revolución personal que nos da la iniciativa, la fuerza y la valentía para expresarnos de una manera que hasta ahora no estaba accesible para nosotros. La palabra se une a la acción en un deseo de autenticidad creativa que, bien aprovechado, mueve montañas y crea mundos. Crea vida.
Por otro lado, el potencial destructivo de esta energía nos puede llevar a rebeldías reactivas que cortan y hieren sin sentido ni dirección. La palabra y la acción pueden agitarse violentamente en reclamos de expresión y atención superficiales. Nuestras voces disociadas expresan hacia fuera lo que no hemos recorrido a nivel interno. Nuestra guerra interna se abre y se expresa. Para compensar la carencia necesitamos dominar, hacer valer nuestro punto, ganar. Recurrimos a formas de control que encubren nuestra inseguridad y nuestra vulnerabilidad. No sabemos Ser.
Para sostener este fuego necesitamos tierra, raíz. Necesitamos estar enraizados para que las ráfagas de fuego no nos lleven. Necesitamos darnos un tiempo de pausa y reflexión para que los estímulos o desafíos externos no nos empujen a transitar por lugares y territorios que no hemos elegido. Necesitamos darnos un tiempo interno. Un tiempo seguro.
El peligro con esta lunación es que hay una urgencia, una prisa, interna o externa, que genera presión. Presión a actuar. Presión a responder. Presión a resolver. Esta presión la podemos sentir venir de afuera, a través de nuestras interacciones afectivas o laborales. Esta presión también se expresa a nivel interno cuando diferentes partes de nosotros expresan deseos incompatibles. Esta fragmentación genera conflicto y estrés. El llamado bajo esta Luna es a la parsimonia. Leo es un signo fijo, quieto.
Si no tenemos un tiempo íntimo y propio podemos vernos en paisajes mentales que no están anclados en nuestro ser. La mente nos lleva hacia fuera. Conectar con nuestro corazón, con nuestros sentimientos, con el movimiento somático de la energía en nuestro cuerpo es un paso vital para manejar este fuego. Si en vez de reaccionar hacia fuera sostenemos el fuego adentro entonces su calor y poder derrite y disuelve nuestras durezas, miedos y resistencias. Esta disolución desmonta nuestra armadura y abre cauces internos por los cuales la energía fluye. El calor del fuego en movimiento conecta partes disociadas, alumbra penumbras olvidadas y, sobre todo, nos acerca a nuestro Sol Central, esencia de nuestro Ser.
Gracias a la vulnerabilidad que genera esta disolución interna encontramos la autenticidad de una voz que quiere salir. Entonces el poder de este fuego se hace aliado de nuestra aceptación y paz interior. Desde este lugar nos abrimos, nos expresamos y creamos.
Los eclipses son portales evolutivos. El universo nos empuja a crecer y en Leo este crecimiento nos habla de una expansión de nuestro Sol interno. Esta expansión es nuestra luz que crece y se abre paso con fuerza. La forma que tome todavía está por verse y experimentarse. Puede ser a través de proyectos creativos, a través de hacer hijos e hijas biológicos, a través de nuestra entrega a una colaboración, a una relación. Puede ser una renovada confianza en la vida. Por ahora la semilla de este crecimiento nos habla de un sí, de una voluntad y de una receptividad afirmativa a este cambio. Cambio de rumbo, cambio de actitud, cambio que acoge una vida orientada al gozo de expresarnos en libertad.
El colocar el poder del gozo como diana para nuestro camino es alimentar un fuego que quema prohibiciones ancestrales. A partir de esta Luna nueva nuestra renovada confianza nos dará la fuerza y el poder para movernos y participar desde este deseo de vivir y caminar nuestro sueño en gozo. Lo que no esté alineado con este camino de autenticidad mostrará su irrelevancia. Para muchos este compromiso con el gozo abrirá caminos hasta ahora desconocidos y convocará a toma de decisiones importantes que piden valentía, entrega y confianza.
Lo que es importante tomar en cuenta es que los eclipses se desenvuelven en el tiempo con un efecto que puede durar de seis meses a un año. Es un proceso. La semilla de este proceso la sembramos en esta Luna nueva. No necesitamos saber el cómo se va a desenvolver la narrativa de este cambio. Es probable que sea prematuro intentar saberlo. Lo que sí podemos anclar con certeza es cómo queremos caminar, cómo nos queremos sentir desde esta autorización a caminar libres.
Esta semilla es un sí poderoso y fértil. Sí a lo que sea que nos apasiona, nos enamora, nos llena de vida y nos inspira a abrirnos. Es un sí que hemos rescatado del olvido, que ha resucitado dentro nuestro. No necesitamos más claridad, ésta vendrá con el desenvolvimiento de la narrativa de los eclipses en los próximos meses. Lo que sí necesitamos es honrar nuestro compromiso con la Voz del Fuego de nuestro ser, a honrar nuestra expresión creativa, independientemente de lo que lo de fuera se espere o piense de nosotros.
Esta próxima Luna nueva nos pide que nos coloquemos en el corazón del gozo. Esta Luna nueva en Leo nos invita a relacionarnos con el gozo como una forma y expresión de nuestro ser, desde el fuego de nuestra paz . El gozo es nuestra arquitectura original, nuestro Sol.
El gozo es la chispa de la llama ancestral que trajimos a la tierra cuando nacimos. El gozo es la risa íntima y silenciosa de nuestra autenticidad libre de ser y expresarse.
Esta Luna nos convoca a darnos permiso, a autorizarnos a construir una vida en la que el gozo es la voz de nuestra integridad. Este paso es vital ya que el año 2018 nos trae un cambio de escenario importante en el cual queremos estar ubicados en un lugar interno y externo benéfico y benévolo para nosotros. Si estamos desubicados, si estamos atrapados en dinámicas, compromisos y relaciones que minimizan nuestra luz, nuestra confianza y nuestra expresión, es tiempo de salir de ahí.
No es una voz de peligro la que se expresa pero si de urgencia. Es necesario que – a nivel personal y colectivo- quienes tenemos los recursos para elegir, tomemos la responsabilidad de nuestro camino. No beneficia a nadie que nos sacrifiquemos, que nos anulemos, que nos empequeñezcamos. A la larga este lugar tiene un costo que será cada vez más difícil de sostener. De ahí que este mes de agosto tendremos múltiples oportunidades de sentir hacia dónde se quiere mover nuestro ser, cómo se quiere mover. Tendremos amplias oportunidades de contemplar cómo el Sol quiere brillar de adentro hacia fuera, qué caminos alumbra y que vida quiere crear.
Los templos antiguos de nuestro Ser Solar están intactos debajo de las capas de condicionamiento y trauma que han oscurecido nuestra luz, que han controlado nuestra creatividad. Capas de desvalorización e invisibilidad que se derriten con el calor de estos tiempos. La luz y el calor de nuestro fuego desmonta los falsos templos. Llegamos al corazón. De ahí que para muchos este es un tiempo de liberación espiritual.
Los falsos dioses, las falsas doctrinas, los dogmas que han dominado parte de nuestra psiquis pierden poder. Pactos ancestrales con deidades se disuelven y fuerzas arquetípicas se integran a nuestra fuente de luz. El camino común es la unidad del Ser. Un solo fuego. Un solo Sol.
Estos meses son relevantes para quienes trabajan en facilitación de procesos de desarrollo personal, acompañamiento al cambio, proceso terapéuticos, mentores y maestros y maestras. Acompañar a otros es un servicio y una responsabilidad que requiere actualización y auto cuido. Chirón en Piscis actúa de manera benéfica en esta lunación y nos recuerda que tomarse un tiempo de retiro y de descanso para poder integrar estas energías, procesarlas a través de los recursos disponibles y permitir que este proceso se manifieste de manera creativa y en gozo, es fundamental para acompañar responsablemente. Si estamos quemados, cansados, insatisfechos, no podemos pretender acompañar a los demás en el cuido y manejo de su fuego. De ahí que el mensaje de Leo empieza siempre con el YO. “Yo primero”, dice el rey León. Y desde este yo primero entonces nos damos en servicio y responsabilidad colectiva.
Fuente: Paloma Todd
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