Si no tenerte es el precio a pagar por amarte, me confieso insolvente y desolado. Pero esta noche acurrúcate en mi cintura y déjame soñar con el fracaso, con tu prenda en el cajón de mi mesa de noche, con tu búsqueda entre los que van y los que vienen, en este silencio sordo de estrépitos claudicantes.
Pero esta noche ven hacia mí y llora en esta turbia compañía de nostalgias, pídete perdón por ser tan cruel contigo misma, baja tu arma y declárate culpable por esa carta, por ese libro, por esas cosas que fueron dichas con palabras.
De Juan Marin
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